En este periodo nace ¨La Relación Médico-Paciente¨ Un Vínculo Sagrado, que crea sólidos lazos de hermandad, donde el acto de cuidar al enfermo se centraba en un enfoque holístico; el médico conocía no solo el estado físico de sus pacientes, sino también sus historias personales, sus preocupaciones emocionales y el entorno que los rodeaba, cada visita domiciliaria no era solo por un diagnóstico, sino se convertía en una oportunidad para construir un vínculo humano basado en la confianza.
El lecho del paciente era el lugar donde el médico observaba, escuchaba y
tocaba con respeto, utilizando sus sentidos como principales herramientas
diagnósticas. Las palabras del médico y filósofo Sir William Osler, considerado
uno de los padres de la medicina moderna lo definía en una frase: “Es mucho más
importante saber qué tipo de paciente tiene una enfermedad, que saber qué tipo
de enfermedad tiene el paciente”.
Los médicos antiguos practicaban una medicina rudimentaria y artesanal,
donde la observación detallada, la intuición y la experiencia adquirida con el
tiempo eran fundamentales, crearon lo que conocemos como el Método clínico con
los cuatros elementos de la semiotecnia, la inspección, la palpación, percusión
y auscultación; como no existían exámenes de laboratorio sofisticados ni
imágenes radiológicas, microbiología, endoscopías, nada de lo que conocemos
actualmente; el diagnóstico dependía de habilidades como escuchar los sonidos
del corazón con un estetoscopio rudimentario o interpretar el pulso de un
paciente, es de esta época que se documenta y recupera la mayor información de
las enfermedades, describiendo la sintomatología y los signos que las
caracterizan y que han quedado plasmado en la literatura hasta nuestros días,
donde prácticamente solo cambian los medios diagnósticos que han ido apareciendo
en el transcurso del tiempo y desarrollo de las nuevas tecnologías.
El médico era un integrante activo de la comunidad, con una profunda
vocación de servicio, no importaba la hora ni las condiciones climáticas: si un
paciente lo necesitaba, el médico acudía; la práctica no era solo su trabajo,
sino un acto de dedicación y entrega.
Más allá del tratamiento físico, el médico era una figura que brindaba
consuelo emocional, su presencia tenía un impacto terapéutico; la manera en que
hablaba, su tono de voz y sus gestos transmitían calma y esperanza a los
enfermos y familiares. En épocas donde la muerte era más frecuente debido a las
limitaciones en el campo de la salud, también su presencia ayudaba a las familias
a enfrentar las pérdidas con dignidad y apoyo.
El papel que desempeñaba el médico de la antigüedad era de un amigo y gran confidente, practicaban la medicina con gran vocación y como un arte.
Ahora, se necesita reflexionar sobre la Medicina moderna que ha evolucionado y cambiado a medida que se ha ido desarrollando con el tiempo, al día de hoy, en un mundo que es dominado por tecnologías avanzadas y procesos burocráticos, la figura del médico a la cabecera del paciente ofrece lecciones atemporales, eso quedó en el pasado, es algo fuera de lugar y anacrónico, cuando sucede en la actualidad algún tipo de atención personalizada por un profesional es llamativo hasta por sus propios colegas. La medicina no debió, debe ni debería perder su esencia humana; las herramientas modernas deben complementar, no reemplazar, el arte de escuchar, empatizar y cuidar. La dedicación del médico antiguo nos recuerda que la verdadera medicina se basa en la relación personal y el respeto por la dignidad del paciente.
El futuro de la medicina podría beneficiarse enormemente de un retorno a
estos valores fundamentales, fusionándolos con los avances actuales para
construir un sistema más humano, equitativo y efectivo porque, al final, la
esencia de la medicina sigue siendo la misma: cuidar al ser humano en su
momento de mayor vulnerabilidad, pero, por el contrario, su práctica,
profundamente humana, contrasta con la dinámica acelerada y despersonalizada
que predomina en muchos sistemas de salud actuales.
La sociedad en general ha sufrido pérdida de sus valores, los profesionales
de la salud no han quedado exento de toda la degradación que se ha
experimentado y se ha traducido en una deshumanización de la práctica médica
donde la atención se vuelve más ineficiente, no hay un enfoque integral del
paciente, por el contrario, a veces se convierte hasta en un trato cruel, poniendo por encima el valor monetario de la atención, predominando las ganancias que representan los enfermos que su propio bienestar o recuperación.
Cuando un enfermo demanda la atención de un médico aprecia mucho que se le dedique
un momento, a veces el sólo hecho de escuchar a esa persona, ponerle la mano en
su hombro es suficiente, pero ni siquiera ser escuchado, muchas veces, logra el paciente, qué decir de un examen físico mínimo, resulta más interesante el celular del Dr. que a
veces no se aparta ni un instante de su mano que la cara suplicante de un enfermo.
En el blog varias entradas podrán apreciar actos que dejen rastros del
estado de deshumanización que ha sufrido la atención médica.
En los siguientes enlaces pueden encontrar información de estos rastros de deterioro de la prácticas en salud que ya ha alcanzado un nivel tan alto que se publica en revistas médicas la preocupación de profesionales íntegros que se preocupan por el rumbo que han tomado las acciones en estos momentos.
La deshumanización de la medicina
La deshumanización en medicina. Desde la formación al ejercicio profesional.
Qué opinión tiene al respecto; desde su punto de vista, ya sea como profesional de la salud, familiar o paciente, existe humanismo en su sistema de salud, se pone por encima el sentir del enfermo a los beneficios del sistema?
Conozcamos las opiniones de diferentes sistemas de salud
"¡Prevenir errores salva vidas! Comunica, confirma y cuida en cada paso del proceso médico."